Queridos hijos, ¡coraje! Quien está con el Señor jamás será derrotado. La humanidad camina ciega espiritualmente porque los hombres se han distanciado del Creador. He aquí el tiempo del gran retorno. Lo que tengáis que hacer, no lo dejéis para el mañana. Yo soy vuestra Madre Dolorosa y sufro por aquello que viene para vosotros. Doblad vuestras rodillas en oración, pues solamente así podréis soportar el peso de las pruebas que vendrán para vuestro Brasil. Buscad al Señor por medio de Su Palabra y en la Eucaristía. No os apartéis del camino que os he señalado. Aún tendréis largos años de duras pruebas, pero suceda lo que suceda, no perdáis vuestra fe. Confiad en Jesús. Él es vuestro Gran Amigo y solamente en Él está vuestra verdadera liberación y salvación. ¡Adelante! Después de todo el dolor, el Señor os dará la victoria. Él enjugará vuestras lágrimas y veréis nuevos Cielos y nueva Tierra. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.