Queridos hijos, confiad en el Señor. Él es todo para vosotros, y sin Él nada podéis hacer. Sed dóciles, mansos y humildes de corazón, pues solo así podrán contribuir al triunfo definitivo de Mí Inmaculado Corazón. La humanidad beberá el cáliz amargo del sufrimiento porque los hombres han desafiado al Creador. Arrepentiros y volved. Lo que tenéis que hacer, no lo dejéis para mañana. No seáis esclavos del mal. Pertenecéis al Señor, y Él los espera con los brazos abiertos. Orad. Solo mediante el poder de la oración y de la Eucaristía saldrán victoriosos. ¡Adelante! En este momento, hago caer desde el Cielo una extraordinaria lluvia de gracias. Este es el mensaje que os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.