Queridos hijos, suceda lo que suceda, quedad con Jesús y no os apartéis del camino que os he señalado a lo largo de estos años. La humanidad vive alejada del Creador y los hombres beberán el cáliz amargo del dolor. Por las propias manos de los hombres vendrán grandes castigos. Sufro por aquello que viene para vosotros. Dadme vuestras manos. Yo soy vuestra Madre y bien sabéis cuánto una madre ama a sus hijos. Escuchadme. Decid a todos que Dios tiene prisa y que ha llegado el momento del gran retorno. No os quedéis estacionados en el pecado. Abrazad la Gracia de Dios para ser grandes en la fe. Dedicad parte de vuestro tiempo a la oración. Solamente por la fuerza de la oración podréis alcanzar victoria. Rezad. Rezad. Rezad. Cuando todo parezca perdido, la Victoria de Dios vendrá con el Triunfo Definitivo de Mi Inmaculado Corazón. Cuando sintáis el peso de la cruz, llamad a Jesús. Vuestra fuerza está en Él. Estad atentos. Aquello que os he anunciado en el pasado vendrá. Recordad: A quien mucho se le ha dado, mucho se le exigirá. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.