Queridos hijos, abrid vuestros corazones a la Luz del Espíritu Santo, pues solamente así podréis alcanzar la santidad. Buscad la Luz del Señor y huid de las tinieblas del pecado. No os olvidéis: Es en esta vida, y no en otra, que debéis testimoniar vuestra fe. Antes de toda decisión, rezad pidiendo la Luz del Espíritu Santo. Cuando sois iluminados, todo se convierte en victoria. La humanidad camina hacia el abismo de la autodestrucción que los hombres han preparado por sus propias manos. Si queréis la salvación, recordad siempre: Dios en primer lugar. ¡Coraje! Yo rogaré a Mi Jesús por vosotros. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.